
Durante una de las jornadas de The Ocean Race en Cartagena, armadores y navegantes locales se manifestaron en el puerto con carteles reivindicativos y cánticos como “el mar no se vende”. La causa: el notable incremento de las tarifas de atraque, que actualmente ascienden a unos 400 € mensuales para barcos pequeños, frente a los cerca de 30 € que costaban en el año 2000.
Esta subida ha generado un conflicto creciente en la náutica tradicional, que denuncia haber sido desplazada por un modelo que favorece intereses privados. Según Enrique Rey, representante de una escuela náutica del Mar Menor, el sector está perdiendo progresivamente el acceso al mar debido a la privatización y sobreprecio en los servicios náuticos.
Además, la crisis en la náutica de base se refleja en la caída de licencias deportivas: España pasó de tener cerca de 50.000 licencias antes de la crisis económica, a no superar las 20.000 en 2024. Esto evidencia el desánimo y las barreras crecientes para quienes quieren practicar náutica sin grandes recursos.
Este reclamo pone sobre la mesa la necesidad de revisar las políticas de gestión portuaria para evitar que solo quienes puedan costear embarcaciones de lujo accedan al mar.